Tullidos, enanos y ciegos en el cine de Luis Buñuel

Nazarín: enano enamorado de la prostituta
En toda la obra de Buñuel, lo monstruoso tiene carta de identidad. La monstruosidad física (ciegos, cojos, etc.) y moral (locos, neuróticos, místicos, etc.) es la base sólida sobre la que se construye el mundo de Buñuel. Como éste es también un moralista, no deja de tomar posición frente a esos monstruos y de declarar su amor (ej: el enano enamorado de la prostituta en Nazarín) o su odio (el ciego de Viridiana) por ellos. Por otra parte, aun en el peor de los casos, todo monstruo, por odioso que sea, interesa a Buñuel más que los pequeñoburgueses del género de Humberto D (1952) de Vittorio De Sica.


TULLIDOS
Los tullidos abundan en el cine de Luis Buñuel: los guerrilleros (mallorquines) en La edad de oro, el hombre sin piernas que es arrojado de un carromato y saqueado en la calle por los chicos en Los olvidados, el hombre cuya pierna de madera ha quedado atascada en el barro de un río en Subida al cielo, el negro cojo, con una muleta de fabricación casera en La joven, los dos cojos que aparecen en Viridiana, el amputado de ambas manos en Simón del Desierto o los cojos del parque y Zocodover en Tristana.


ENANOS
Simón del Desierto
Me gustan los enanos. Admiro su seguridad en sí mismos. Los encuentro simpáticos, inteligentes, y me gusta trabajar con ellos. La mayoría están bien como están. Los que yo he conocido no querían por nada del mundo convertirse en hombres de talla corriente. Tienen también una gran fortaleza sexual[1]...
Se suele etiquetar a los enanos como algo típicamente buñueliano, sin embargo, si se exceptúan los cretinos de Las Hurdes/Tierra sin pan... no aparecen en su filmografía hasta 1958, con Nazarín, aunque, se aficionó a ellos, hasta tal punto que llegó a trabajar con Julio Alejandro para que el primo de Viridiana (que terminaría interpretando Paco Rabal) lo hiciera el enano de Nazarín.[2]
·         En Nazarín, el personaje del enano Ujo está ya –prácticamente idéntico– en la novela de Galdós. Ujo es un enano retocado, a manera de burla, con un sombrero del ejército porfirista. Contrasta su personalidad con la del Pinto por sus sentimientos totales hacia Andara..[3]
·         En Viridiana una de las mendigas en una enana.
Viridiana

·         En Simón del Desierto aparece un enano como pastor, interpretado por el mismo actor de Nazarín.
·         En La vía láctea, el que aparece con el hombre de la capa negra y que suelta una paloma, simbolizando la Santísima Trinidad.
CIEGOS
Yo creo que son malos, porque a eso los lleva su propia carencia... El ciego pateado de La edad de oro no es bueno ni malo, y en cambio el protagonista le pega una patada. Eso lo hace el protagonista, no yo. En realidad, yo no he tenido experiencias desagradables con ciegos. Pero en mi mundo imaginario el ciego puede ser como un pájaro amenazador. ¿Por qué? En mí es instintivo, no lo puedo evitar[4].
No me gustan los ciegos, como a la mayoría de los sordos... Todavía me pregunto si, como se dice, los ciegos son más felices que los sordos. No lo creo...
Simón del desierto
No puedo pensar en los ciegos sin recordar una frase de Benjamin Péret[5] (cito de memoria...): "¿Verdad que la mortadela está fabricada por ciegos?" Para mí, esta afirmación, en forma de pregunta, es tan verdadera como una verdad del Evangelio... Para mí, es el ejemplo mágico de una frase totalmente irracional que queda brusca y misteriosamente bañada por el destello de la verdad.[6]
Únicamente el ciego es desconfiado, hipócrita, malvado, como todos los que padecen semejante invalidez. Por esta razón, mis ciegos tienen siempre momentos de maldad.[7]
Si Buñuel se declara habitualmente con tanta violencia contra los ciegos, es porque el ciego representa tradicionalmente al objeto simbólico de la caridad. Es por definición el más cercano al bien porque sus únicos contactos con el mundo material se producen por vía de los demás. Para Buñuel, cuya actitud moral tiene por base el contacto directo del hombre con la naturaleza, es un ser amoral por excelencia...[8] Al convertir al ciego en un sujeto agresivo y negativo se enfrenta a su habitual presentación como objeto de caridad o lástima.[9]
La vía láctea: si la paloma es el Espíritu Santo, el enano es...
Una de las primeras actividades de Buñuel en su etapa juvenil de escritor, antes de dedicarse al cine, fue la colaboración con una revista de ciegos, proporcionándonos así el primer testimonio de su interés por los mismos. Era el cuento El ciego de las tortugas, publicado en “Los Ciegos. Revista  Tyflófila Hispanoamericana, a comienzos de los años veinte.[10] El protagonista, como sacado de una novela picaresca, preludia el don Carmelo de Los olvidados.
Los ciegos son frecuentes en las películas de Buñuel:
·         El ciego pateado de La edad de oro
·         Don Carmelo en Los olvidados,  que es partidario de la dictadura de Porfirio Díaz, lujurioso y avariento y que intenta violar a Meche. Un amigo de Buñuel en su juventud, cuenta que había “un ciego en Calanda [a] cuyo paso los niños y zagales solían insultar, empujar y tirar boñigas. El ciego respondía a bastonazos logrando descalabrar alguna vez a los menos avisados. Aparentemente entre este ciego  y el que aparece en Los olvidados existirían ciertos puntos en común.[11] Don Carmelo es uno de los personajes más maltratados en su filmografía.
Viridiana: el ciego peor tratado por Buñuel

·         En la obra de Buñuel no escasean los ciegos golpeados (La edad de oro) o que golpean (como el de Nazarín, que va a pedir con su sobrina a la puerta del sacerdote y, al no encontrarlo, pega a la niña)..[12]
·         En Viridiana está también la ceguera del fanatismo, que Buñuel atribuye tenazmente a la figura de Cristo, al asociarlo a un ciego nada ejemplar, como se puede apreciar en la secuencia de la Última cena.[13]
·         En La vía láctea aparecen varios ciegos al final de la película que son "curados" por Jesús. Hay aquí una crítica a Jesús en su calidad de líder de una religión que conduce al fanatismo y al desastre: los ciegos, a pesar de estar "curados" tienen problemas para sortear la zanja que tienen delante. También en esta película, cundo los dos estudiantes medievales se visten con ropas modernas, uno de ellos encuentra en los bolsillos un rosario. Ante la pregunta del otro que no sabe lo que es, dice: "Debe ser una de esas cosas que hacen los ciegos.” La frase hace [14]
ciegos en La vía láctea
referencia a una cita de Péret, aunque cambiada para asociar a los cristianos con los ciegos.
Buñuel inició su carrera con la escena del corte del ojo, con un cegar la mirada. Y la remató con la secuencia final de Ese oscuro objeto del deseo en la que una encajera parece restañar, al unísono, el desgarrón del ojo y el del sexo femenino que le hicieran nacer como cineasta y como varón. En medio, media tal galería de invidentes en la obra de Buñuel que un simple recordatorio, permite una interesante lectura sesgada se la evolución de su cine. Hay en él cegueras de todo signo y alcance: las del deseo y los instintos; las de una casta social frente a convenciones o convicciones que deben ser desveladas; o las que ocasionan los dogmatismos y los fanatismos. [15]



[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro.  Pág.:223
[2] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Pág.:19
[3] Iván H. Ávila Dueñas: El cine mexicano de Luis Buñuel. Pág.: 192
[4] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel. Pág.:69
[5] Poeta surrealista francés muy admirado por Buñuel y Dalí.
[6] Luis Buñuel: Mi último suspiro.  Pág.:215
Los olvidados
[7] Declaración de Buñuel a Le Monde. 1/6/61. Recogido de: La imaginación en libertad. Pág.: 38
[8] Abin Michel, en: Emilio García Riera : Historia documental del cine mexicano, IV. Pág.: 172
[9] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Pág.: 41
[10] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Pág.: 9
[11] Romualdo Sancho en: Pedro Christian García Buñuel: Recordando a Luis Buñuel. Pág.: 58
[12] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Pág.: 21
[13] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Pág.: 41
[14] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Pág.: 38
[15] Agustín Sánchez Vidal: El mundo de Luis Buñuel. Pág.:203

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