Los objetos en el cine de Luis Buñuel (I)

Encontramos en la obra de Buñuel objetos, muchos objetos, que cobran vida para producir, por lo general, el desconcierto en personajes y espectadores.[1]
Belle de jour: la caja más intrigante de toda la
filmografía de Buñuel
La capacidad inquietante de lo cotidiano se revela también en asociaciones de objetos, puramente aleatorias o debidas a motivos aparentemente rutinarios, en las cuales los superrealistas creyeron ver una prueba de la presencia de las pulsiones irracionales en la vida colectiva.[2]
Una de las constantes del método surrealista, consiste en romper las relaciones de utensilidad que las cosas mantienen con el mundo de los hombres, para descubrir la absurdidad latente de esas cosas (o su poesía secreta) al mismo tiempo que la del mundo.

Así es como se invierte el sentido funcional de los más diversos instrumentos, con objeto de poder transferirlos seguidamente a un espacio deliberadamente inadecuado y de crear no sólo un extrañamiento, sino también el surgimiento de una realidad "distinta" y de orden estrictamente poético.[3]
El "objeto buñueliano” evidencia su parentesco con el objeto surrealista:
·         por una parte, debido a la neutralidad de las tomas, son aparentemente insignificantes en el contexto narrativo;
·         por otra, justamente por el relieve que se les da a través del primer plano, se presentan con una violencia expresiva que  los revela (del mismo modo que el objeto onírico) como elementos en los cuales se condensan las líneas de "significado" de la obra entera.[4]
Un perro andaluz: una serie caótica de objetos
La mirada cinematográfica de Buñuel, parte de la presencia específica de los objetos más banales. Buñuel utiliza comúnmente planos medios y generales estáticos, que recogen sin comentarios una proliferación desordenada, amontonada de objetos. Tan ayuna de relieve como la prosa de Sade, la cámara inmóvil de Buñuel retrata una vida que fluye con vulgaridad, sin distinción, aunque con autonomía...El acercamiento, el travelling o el corte son convulsivos precisamente en función de la neutralidad ambiente. Y el objeto, el rostro, el pie o el gesto seleccionados de entre el abundante y casi inmóvil desorden adquieren un relieve insoportable y se revelan en una conexión anteriormente impensable con la totalidad en la que, sin detenerse a celebrar el momento lírico, Buñuel vuelve a sumergirnos de inmediato.
El aislamiento, el relieve y la nueva conexión de los objetos sirve para crear esas atmósferas eróticas de Buñuel, no un erotismo de la cópula, sino de las iluminaciones, las tentaciones y la intranquilidad secreta.
Por un lado la banalidad gris, estanca, del mundo de los objetos; por el otro, la conjunción insólita de los mismos objetos y sus imprevisibles consecuencias. Por un lado, la omniinclusión, la apropiación de la totalidad de lo real, como si Buñuel temiese cualquier exclusividad que, acaso irreparablemente, deje de ver un solo signo del mundo. En este sentido la técnica de Buñuel es parte esencial del gran movimiento liberador del cine.
La edad de oro: el protagonista lanza por la venta
una serie de "objetos". Aquí: un obispo.
Y por otra parte, sin sacrificar esa totalidad, Buñuel, inmerso en ella, reordena, yuxtapone, contamina entre sí los objetos más banales, muy de acuerdo con el principio de Lautréamont: revelar la belleza en el inesperado encuentro, sobre la mesa de disección, de una máquina de coser y una sombrilla. Los objetos dejan de cumplir sus funciones acostumbradas (y por ello, invisibles e intercanjeables) para convertirse en trofeos deslumbrantes e inalienables del fetichista, del masoquista, del sadista.[5]
"Una de las funciones del objeto en el poética de Buñuel es la de ser manejado como instrumento de resistencia a la interpretación. Por ello resulta apropiada la participación del objeto en la estrategia del humor: se abre a una lectura figural pero se cierra a la fijación de un significado."[6]
Siempre quedarán en Buñuel hondas huellas de Ramón Gómez de la Serna: sus filmes son a menudo encadenados de greguerías y en ellos se advierte un culto por las cosas que roza el fetichismo y que se refleja en el protagonismo de cajas, zapatos, armarios, cuerdas y otros objetos.[7]
Los objetos juegan un papel muy importante en el cine de Buñuel. Cuando Buñuel inicia su carrera cinematográfica, ya ha aprendido la lección de Epstein: “En la pantalla, no hay naturaleza muerta. Los objetos tienen actitudes”. Pero si la cámara da vida a los objetos, el objeto por su insistente presencia restituye al mundo su materialidad. El objeto en Buñuel, puede aparecer de forma aislada, más o menos descontextualizado creando así una distorsión semántica en la cadena sintagmática. Puede también integrarse en un proceso de enumeración caótica.
El ángel exterminador: el piano, uno de los
objetos frecuentes en las películas de Buñuel
Uno de los planos más insólitos de Un perro andaluz acumula objetos heteróclitos unidos por cuerdas: grandes placas de corcho, maristas de uniforme mostrados como cadáveres, cabeza de burro colgando por encima de un teclado de piano de cola...Un procedimiento comparable figura en La edad de oro, cuando el hombre, en el furor de su frustración, se lanza sobre la cabecera, la despluma, después empieza a vaciar la habitación de los objetos más inesperados, entre los que se encuentra un arado, un abeto en llamas, un arzobispo, una cruz, una jirafa de cartón...El hecho de congelar cada objeto en una interpretación unívoca no podía más que empobrecer un encadenamiento de planos –o de palabras- abierto sobre  múltiples sugestiones...
Sea el que sea, si algunos objetos, signos testarudos, resistentes al análisis actuando ante todo sobre la emoción, difunden su misterio e inducen la vacilación y el azar del sentido, es decir su vacuidad, otros, por el contrario, llenan con la evidencia una función simbólica de elucidación del mundo, que no anula por otro lado su valor de sorpresa.[8]
Algunos de estos objetos desempeñan un papel muy importante en sus películas, hasta el punto de que no se limitan a hacer avanzar la narración, sino que son su razón de ser, su pretexto, como la cajita de música en Ensayo de un crimen. Ese protagonismo de los objetos no se limita a su caso más lógico y esperable, el de los más “personalizados”, tal es la pierna de madera en Tristana o el maniquí en Ensayo de un crimen, sino que en Buñuel se hace extensivo a muchos otros, con tal de que se les pueda asignar una especie de doble fondo, como sucede con las cajas que aparecen en muchas de sus películas, en las que incluso se llega a hurtar al espectador su contenido, como en Belle de jour, para poner a trabajar su imaginación a partir de un ruido en la banda sonora.[9]
Ensayo de un crimen: el niño cree que
la caja tiene poderes
En Viridiana se produce una carga de intensidad sobre los objetos en su función evocadora de la vida interior de los personajes, al no haber escenas oníricas que revelen su subconsciente. Ello obliga a una gran precisión en los objetos elegidos, explicando la reiteración los primeros planos de pies, la presencia de cuerdas, el crucifijo-navaja tan celebrado.[10]
Buñuel terminaría acostumbrándose a hacer un uso irónico de los objetos, hasta tal punto que para muchos de sus críticos, y más todavía para sus admiradores, los objetos acababan por dar sentido a sus obras: el crucifijo-navaja (Viridiana), la cajita (Belle de jour)...Allí había una irrealidad poética que se desprendía de las cosas.[11]


[1] Isabel Castells: Tejedor de ensueños,..Luis Buñuel escritor. En: La página. nº 41, oct-dic 2000, Pág.: 6
[2] Guillermo Carnero: Del subconsciente al objeto en la mirada... En: Turia, nº 28-29. Pág.: 166
[3] Freddy Buache: Luis Buñuel. Guadarrama, 1976, Pág.: 193
[4] Mario Sesti y Piera Detassis: Buñuel, breve enciclopedia irrazionale. Centro Ricerche Spettacolo Il Labirinto, Pág.: 33
[5] Fernando Cesarman: El ojo de Buñuel. Anagrama, 1976, Pág.: 11
[6] Antonio Monegal: Luis Buñuel de la literatura al cine. Anthropos, 1993, Pág.: 230
[7] Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel, Cátedra, 1991, Pág.: 38
[8] Claude Murcia: Un chien andalou/L´âge d´or. Nathan, 1994, Pág.: 71
[9] Agustín Sánchez Vidal: Los expulsados del paraíso. Escuela libre editorial, 1995, Pág.: 123
[10] Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel. Ed. J.C., 1984, Pág.: 258
[11] Juan J. Vázquez : Los enigmas de un sueño En, : Luis Buñuel. Los enigmas de un sueño, Diputación de Huesca, 2000, Pág.: 12

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