Buñuel y la Religión (4)

BUÑUEL Y LOS JESUITAS

Colegio del Salvador
Buñuel estudió siete años en el colegio del Salvador, regentado por jesuitas. Durante su estancia allí... el día empezaba con una misa, a las siete y media y terminaba con el rosario de la tarde...  Al frío se sumaba una disciplina de antaño. A la más mínima infracción, el alumno se encontraba de rodillas...  con los brazos en cruz y un libro en cada mano.
No se nos dejaba ni un momento a solas...  Se hacía todo lo posible por evitar el contacto entre los alumnos...  Vigilancia constante, ausencia de todo contacto peligroso y silencio. Silencio en el estudio, en el refectorio y en la capilla.
Sobre estos principios básicos, rigurosamente observados, se desarrollaba una enseñanza en la que, naturalmente, la religión ocupaba lugar preeminente. Estudiábamos el catecismo, las vidas de los santos y la apologética...
Patio del Colegio
A pesar de la disciplina, del silencio y del frío, conservo bastante buen recuerdo del Colegio del Salvador[1].
Manuel Alcalá, jesuita, nos cuenta como era la educación en un centro de la Orden:  El horario escolar comenzaba a primera hora de la mañana. La misa diaria era obligatoria para los alumnos de bachillerato. Según la tradición de los jesuitas se recomendaba a los niños la confesión y comunión frecuentes. Luis Buñuel recuerda con precisión que se confesaba ordinariamente con el P. Longino Navás, conocido entomólogo. A continuación de la misa y después del frugal desayuno, comenzaban las clases. A los patios se llegaba en filas rigurosas y guardando absoluto silencio. Se imponían castigos por violarlo.
La formación religiosa impartida en el colegio incluía, además de la misa, el rezo en común del Rosario y, anualmente a comienzos de cada curso, la práctica de los Ejercicios Espirituales.
Buñuel en 1915 (15 años)
Buñuel recuerda con mucha fijeza aquellos días de retiro, sus meditaciones clásicas sobre la muerte, el juicio y el infierno. Fragmentos de aquellas vivencias asomarían posteriormente a la pantalla, como, por ejemplo, en El ángel exterminador, al aludirse a la muerte en pecado mortal, o en La vía láctea, cuando es el mismo Buñuel quien recita en castellano y figurando una emisión radiofónica, un pedazo de la Guía de Pecadores de Fray Luis de Granada.
La formación religiosa teórica se basaba fundamentalmente en el estudio de la doctrina cristiana.[2]
Buñuel no tuvo ningún problema disciplinar en el colegio. Era un alumno de conducta irreprochable, despierto, relativamente sociable y aplicado. Esto explica que fuese admitido, ya en 1908, en la Congregación Mariana del Colegio, grupo escogido por su conducta y aprovechamiento ejemplares que se comprometían, bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, a un especial cultivo espiritual.
…Con el correr de los años empezaron a surgir los problemas, agravados por los problemas típicos de la adolescencia. Entonces su temperamento rico y violento comenzó a rebelarse. La disciplina rígida del centro le provocaba una tremenda represión.
En aquella situación interior, el joven escolar se sentía no solamente vigilado por los Padres Inspectores, sino, sobre todo, fiscalizado en su conciencia. Sufría además angustiosamente al aflorar a su imaginación las representaciones eróticas, propias de aquella edad. Por su parte, la moral casuística contemporánea, tan excesivamente polarizada sobre el sexto mandamiento no le representó ningún alivio. Aquella tensión se hacía de día en día más insostenible.
Pasillo del Colegio
Los pilares de la educación que se impartía en el centro se asentaban sobre la familia, la patria y la religión sin olvidar tampoco la cultura. Todo ello con un profundo sentido de respeto por la autoridad y el orden constituido, valores que se consideraban intangibles. Aquel sistema docente se le hizo insoportable, provocando lentamente su decisión de abandonar el colegio antes de terminar el bachillerato. La salida se debió a una decisión personal, de la que le costó convencer a sus padres al principio.[3]
Capilla del Colegio donde iba a misa
Hasta los catorce años yo era católico practicante[4]A partir de esa edad...  empecé a tener mis dudas sobre la religión que tan cálidamente nos arropaba. Aquellas dudas se referían a la existencia del infierno y, sobre todo, al Juicio Final, una escena que me resultaba inconcebible[5].
A los diecisiete años, yo ya no creía en nada. Primero fue una duda, una subyacente desconfianza hacia la existencia del infierno. Los jesuitas insistían mucho sobre el infierno. Acerca de los castigos eternos debidos a los pecados que sobre todo tuvieran que ver con el sexo... Hoy día, cuando hablo de eso con dominicos o jesuitas, están de acuerdo conmigo en que efectivamente la pérdida de la fe en la juventud cristiana se debe ante todo a  esa hinchazón del infierno de la que rezumaban los colegios de sus órdenes[6].
“La religión fue una preocupación angustiosa, de la que se liberó reaccionado con violencia a los dieciséis años.”[7] “Los conflictos de la disciplina en los Jesuitas le originaron una fuerte represión sexual y social y su consiguiente reacción.[8]
Vírgen de la Inmaculada en el altar
Su postura es la de una rebeldía total contra la realidad del pecado. Buñuel vivió un ambiente influido por un cierto pesimismo religioso. El énfasis de la doctrina cristiana recaía, no rara vez, sobre las realidades más oscuras: pecado, castigo, lucha ascética y no tanto sobre las más luminosas: gracia, alegría, entusiasmo. Aquel clima tenía que resultar depresivo para un temperamento vitalista y rebelde como el de Buñuel. Así se explican mejor las frecuentes alusiones que ha hecho Buñuel en conversaciones privadas a la angustia padecida en los días de los Ejercicios Espirituales. Las meditaciones sobre el fin del hombre, el pecado y el infierno constituían piezas clave en la metodología ignaciana. Para Buñuel resultaban insoportables.
La rebelión indómita contra aquella actitud de ascética cristiana ha sido ferozmente expuesta en varias de sus películas. Tal vez las principales al respecto, sean Viridiana y Simón del desierto...
En una de las últimas reuniones de antiguos alumnos de su colegio a la que asistió le dijo a un amigo, refiriéndose a otro compañero suyo allí presente: Jaime Valls sí que es feliz. Ha encontrado su camino. Yo no hago más que zigzaguear.[9]
La educación religiosa imprimió carácter a varias generaciones y lleva implícita el concepto del cielo y del infierno, la constante presencia de la muerte, la idealización de la mujer, el misterio del sexo y el castigo que cualquier vulneración de las leyes establecidas puede acarrear.[10]
En Buñuel ha dejado huellas indelebles y deliberadamente éste las incorpora al juego, ya con objeto de pervertirlas, ya como guiño a un espectador latino formado en la misma tradición. Y esto sucede aun a pesar de la convicción atea del director.[11]
Compañeros curso 1911-12. Buñuel el 4º de la 2ª fila izq.
Sin tener en cuenta su estancia con los jesuitas es difícil entender las complejas relaciones del cineasta con la religión, que van mucho más lejos y calan más hondo que el tosco anticlericalismo que en ocasiones se le atribuye.[12]
Quien ha hecho los ejercicios espirituales con los jesuitas está lo suficientemente impresionado por el problema de la resurrección  de la carne como para que por pura presión se produzca una mezcla explosiva que enlace muerte y erotismo, y ahí está el morbo de la escena del balcón. [en Tristana][13]
El clima represivo del colegio religioso afectó hondamente a su desbordante y vital personalidad, como probarán las numerosísimas referencias a la represión religiosa y clerical en su obra posterior.[14]
La estancia en un colegio como los jesuitas “es lo que deja más huella. Luego lo rechazamos y protestamos, pero, en el fondo, lo que se aprendió allí no desaparece...aunque digamos que sí. Y surge constantemente. Hacemos por evitarlo...A menos que tengas la sinceridad de hacerlo como León Felipe o Buñuel: plantearlo abiertamente; y aunque él crea que lo está haciendo desde fuera, de una manera subversiva y tremenda, yo creo que lo está haciendo desde dentro y en serio”[15]
En el Colegio. El 4º de la última fila izq.
“Su educación con los jesuitas...lo marca en el sentido de su enorme atracción hacia todas las cosas teológicas. Para él, el estudio de las cosas de teología es apasionante, y hace de él una persona francamente intransigente desde este punto de vista.”[16]
“La educación de los jesuitas le enseñó a ser consciente de sus obligaciones y compromisos, aunque le desagradasen, y le ha servido para decir en el cine todo lo que ha querido con discreción palaciega. Buñuel ha arrastrado toda su vida esta formación con una elegancia que para sí hubieran querido Voltaire, Rousseau, James Joyce y J. P. Sartre, estudiantes aventajados salidos de tal escuela como furibundos anticatólicos.”[17]
Le dieron el gusto por la retórica y la teología y le iniciaron en la literatura clásica y en la argumentación escolástica.[18]
P. Longino Navas confesor y entomólogo
El director espiritual del colegio era un magnífico entomólogo y despertó en Buñuel el interés por los insectos.
Con el paso de los años llegará a recordar con cariño aquella época y sobre la que quiso rodar una película: Mater purissima.
"Con los jesuitas ha conservado Buñuel unas relaciones peculiares que oscilan en alternancia violenta, desde el amor y el reproche, al agradecimiento y la crítica despiadada.
Este recuerdo emocionado se ha manifestado repetidas veces al asistir a las reuniones de jubilares de Antiguos Alumnos y en la indefectible visita al viejo colegio, cuando se encuentra de paso en Zaragoza.
Autorretrato de Buñuel en
un cuaderno escolar
En 1966 escribe una carta al rector del Colegio de Jesuitas del Salvador, donde estudió:
Salí del colegio el año 1915, al terminar el cuarto año de bachillerato. Pertenecí a la Congregación  Mariana, e incluso formé parte de la Junta (con la medalla oval de la Inmaculada y la cinta ancha, con los colores azul y blanco). Siempre he dicho que mi estancia de ocho[19] años en el Colegio del Salvador influyó definitivamente en mi vida. Perdí la fe a los diecisiete años, pero siempre recuerdo con emoción "aquellos tutelares muros". Aun perdida la religión, siempre he seguido los dictados de mi conciencia. Tengo sesenta y seis años, y espero seguir escuchándolos hasta la muerte.
P.D. Se ha dicho que fui expulsado del Colegio, cosa totalmente falsa.[20]



[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro.  Pág.:33
[2] Era costumbre establecida en los colegios de jesuitas de la época de aprender obligatoriamente al pie de la letra el catecismo. Buñuel supo de coro el famosísimo resumen de la doctrina cristiana del P. Gaspar de Astete, teólogo y jesuita español del siglo XVI.
[3] Manuel Alcalá: Buñuel (Cine e ideología). Pág.: 24
[4] Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Pág.:39
[5] Luis Buñuel: Mi último suspiro.  Pág.:34
[6] Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Pág.:39
[7] J. Francisco Aranda: Luis Buñuel. Pág.:25
Catecismo de Gaspar de Astete
[8] J. Francisco Aranda: Luis Buñuel. Pág.:24
[9] Manuel Alcalá: Buñuel (Cine e ideología). Pág.: 165
[10] Carlos Saura, en: Raúl Carlos Maícas: Miradas sobre Buñuel En: Turia, nº 50. Pág.: 206
[11] Vicente Sánchez-Biosca: Viridiana. Pág.: 62
[12] Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel (Cátedra). Pág.: 34
[13] Agustín Sánchez Vidal: Luis Buñuel. (Ed. J.C.) Pág.: 331
[14] Roman Gubern: Cine Español en el exilio. Pág.: 92
[15] Rafael Alberti en Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Pág.:297
[16] Julio Alejandro en Max Aub: Conversaciones con Buñuel. Pág.:394
[17] J. Francisco Aranda: Luis Buñuel. Pág.:26
[18] Marcel Oms: Don Luis Buñuel. Pág.: 34
[19] Siete
[20] Antonio Lara: Lectura de "Tristana", de Luis Buñuel, según la novela de Galdós. En: La imaginación en libertad. Pág.: 102

Comentarios

  1. yo tengo un recordatorio original de la comunion de Luis Buñuel del 17 de Abril de 1910

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