Las Hurdes/Tierra sin pan, 1933. De Legendre a Buñuel

Las “intenciones” de Buñuel:

 Mi intención al realizar esa obra fue transcribir los hechos que me ofrecía la realidad de un modo objetivo, sin tratar de interpretarlos, y menos aún de inventar. Si fui con mis amigos a ese increíble país lo hice atraído por su intenso dramatismo, por su terrible poesía. Lo poco que conocía de él por mis lecturas me había conmovido, sabía que allí, durante siglos, unos seres humanos se hallaban luchando contra un medio natural hostil y que lo hacían sin esperan­zas de llegar a vencerlo.[1]

Cuando Buñuel fue a Las Hurdes a rodar la película le preguntaron los hurdanos “¿vienes para bien o para mal? El realizador estableció una especie de “contrato” con ellos. Buñuel compró dos cabras para “actuar” en la película y que después serían comidas por los hurdanos. Dejémoslo claro: si estos no hubieran querido, Buñuel no hubiera rodado el filme.
El hecho de que “los hurdanos aceptaron representar escenas primordiales de su vida que, muy a menudo, según la tradición oral del film, no correspondían a las vivencias que experimentaban las personas concretas en aquel mismo momento”[2] y que en otras ocasiones Buñuel interviniera construyendo la puesta en escena: la muerte de la cabra, la muerte del burro picado por las abejas, la niña enferma que muestra sus dientes, el bebé muerto y conducido al cementerio y supongo que la escena de la escuela en la que está escrita la frase “respetad los bienes ajenos”, no invalida en absoluto el carácter “documental” de la película.

Buñuel rodó la película porque había leído la tesis doctoral de Le­gendre, director del Instituto Francés de Ma­drid. Un libro admirable, aún lo tengo en mi biblioteca. Durante veinte años Legendre ha­bía ido todos los veranos a Las Hurdes, para hacer un estudio completo de la región: botáni­co, zoológico, climatológico, social, etc. Una maravilla. Luego leí unos reportajes sobre el lugar que hizo Estampa de Madrid cuando lo visitó el rey. [3]
Como disponíamos de tan poco dinero, hubimos de ajus­tar la técnica del film a mis posibilidades de presupuesto…El problema de la película virgen era también delicado pues llevábamos casi justo el metraje que luego había de constar el film. Para eso decidí después de haber estudia­do tres días el país no rodar más que aquellas escenas que correspondían a una sinopsis hecha de antemano. Gene­ralmente en un documental se toman no sólo las vistas que corresponden al guión trazado de antemano sino todas aquellas que nos ofrece la casualidad y que pueden ser interesantes luego intercaladas en el film. Nada de eso hice yo. Dividí el script en varias secciones por ejemplo: ali­mentación de los hurdanos, escuela, construcción de los campos de labor, entierro, etc. Y cada día iba completan­do esas sequences.
El trabajo debido a la falta de medios mecánicos y de ade­cuado staff era durísimo. Nos levantamos durante el mes y medio que estuvimos allí a las cuatro de la mañana y lle­gábamos a los lugares elegidos de antemano ya próximo el medio día. Trabajamos hasta las tres de la tarde en que había que emprender el regreso a Las Batuecas donde vivíamos... Hacíamos sólo una comida al día al regresar del trabajo y la devorábamos como leones. El ejercicio físi­co y el deseo morboso de comer por hallarnos en el país donde no se come contribuían a ello. Los primeros días intentábamos tomar el lunch en el lugar donde trabajába­mos pero todo el mundo salía a vernos comer. Nos mira­ban ávidamente y los niños se lanzaban a recoger las pela­duras de salamis o trozos de pan que nosotros despraba­mos. Por esta razón decidimos no volver a comer más durante el trabajo.
Todas las vistas que veis en el film hubieron de ser paga­das. Los habitantes, como nuestro presupuesto, era esca­so; pero afortunadamente correspondía a las escasas pre­tensiones de aquellas pobres gentes. El pueblo de Martilandrán, uno de los más miserables, se puso a nues­tra disposición por un par de cabras que hicimos matar y guisar y veinte grandes panes que comió el pueblo colec­tivamente, dirigida la comida por el alcalde, tal vez el más hambriento de todos.[4]

Con Las Hurdes/Tierra sin pan (1933) Buñuel hizo un filme de denuncia social y de propaganda. En el año en que filmó la película, el realizador había dado un giro brusco en su forma de ver la realidad. Se había distanciado de los surrealistas, aunque toda su vida conservó una visión surrealista de la realidad, y profundizado en su concienciación social, como lo demuestra su reciente ingreso en el Partido Comunista Español. Si con sus dos primeras películas Un perro andaluz y La edad de oro había mostrado su radicalismo surrealista con Las Hurdes/Tierra sin pan, mostró su mirada radical sobre un problema social. La radicalidad de su mirada queda patente en los descartes que se conservan de la película: se eliminaron todos los planos que podrían haber suavizado la narración. No incluyó nada que pudiera parecerse a la buena conciencia. Hice Las Hurdes porque tenía una visión surrealista, porque me inte­resaba por el problema del hombre. Veía la realidad de otra forma distinta a como la había visto antes del su­rrealismo.[5]
El realizador lo tenía muy claro: Se trata de una película tendenciosa. En Las Hurdes Bajas no hay tanta miseria. De las cincuenta y dos poblaciones o alquerías, que así las llaman, hay treinta y tantas que son las que no tienen pan, ni chime­neas ni canciones. Yo tomé Las Hurdes Bajas de paso, pero casi toda la película ocurre en Las Hurdes Altas, que son montañas como in­fiernos, una serie de barrancos áridos, un poco como el paisaje desértico de Chihuahua, pero mucho más pequeño.[6]
Durante muchos años la película Las Hurdes/Tierra sin pan (1933), ha levantado ampollas en la tierra en la que se rodó, y aún sigue siendo mal vista por muchos de sus habitantes. Se ha acusado a Buñuel de manipular la realidad, falsearla, etc. Aunque este tema ya lo traté en un artículo anterior aquí voy a mostrar de dónde sacó Buñuel la información relacionada con Las Hurdes que aparece en la película.
Insisto en el hecho, de que a pesar de que Buñuel dirigió a los hurdanos en todo momento, eso no significa que lo que se ve en la película no sea tan verdadero como si hubiera sido un puro “documental”.

 El comentario en off de la película y la tesis de Legendre:

 Dicho esto vamos a analizar el texto del comentario de la película. Buñuel siempre dijo que basó su película en la tesis doctoral que sobre la comarca escribió Maurice Legendre[7]. Para ver de dónde sacó el realizador el texto de su comentario, voy a poner a la derecha del mismo algún extracto  del libro de Legendre que trata ese tema. (Solo la parte relacionada con Las Hurdes. He quitado lo relativo a La Alberca y Las Batuecas, ya que estas no han generado ninguna polémica).
El número de página hace referencia a la edición de la tesis en castellano.[8]

Comentario película[9]
Tesis de Legendre
Detrás de estas cumbres que pertenecen todavía a Las Batuecas, comienzan Las Hurdes. Las franqueamos y esta­mos ya en pleno paisaje de Las Hurdes.

Este pueblo, La Aceitunilla, está situado en uno de los valles más pobres. El edificio blanco es la escuela, de reciente construcción.
En las calles, en la ladera de la montaña, sorprendemos la vida cotidiana de sus habitantes.

Detalle curioso: nunca escuchamos una canción en las calles de Las Hurdes.(1)

A veces, se ve correr por el medio del pueblo un misera­ble arroyuelo que baja por la montaña.
En verano, el pueblo no cuenta con más agua que ésta y los habitantes la utilizan pese a la suciedad repugnante de su lecho.
Éstas son algunas escenas que sorprendimos en nuestro camino.
El arroyuelo sirve para todos los usos.
En la parte baja, las aguas de los ríos están más o menos contaminadas como consecuencia de la suciedad y de la falta de higiene de los pueblos que atraviesan. (321)
Tres niñas comen un mendrugo de pan empapado en el agua. El pan, hasta estos últimos tiempos, era casi desco­nocido en Las Hurdes. Este trozo de pan se lo dio a las niñas el maestro de escuela, que generalmente obliga a los niños a comérselo en su presencia, por miedo a que, cuan­do lleguen a sus casas, los padres se lo quiten.
(Ver ACLARACIÓN más abajo)
 
Es muy raro encontrar pan y leche en Las Hurdes. Y cuando hay pan, es de pésima calidad. (311)
El pan, dista mucho de ser un ingrediente fundamental en su alimentación: para los hurdanos es un producto de lujo. El simple hecho de que el pan sea para ellos lo que la pastelería es para el campesino o el obrero medio, nos da una idea de su miseria. (312)
A veces el pan también se reserva para los enfermos. (313)
Es casi siempre un producto importado (314)
En los pueblos y alquerías altas… los pobres –y lo son de solemnidad todos los vecinos- pasan meses enteros, y a veces más de medio año, sin probar el pan y cuando lo comen es con frecuencia el duro, ya desechado por los pueblos limítrofes, que recogen y revenden algunos mendigos dedicados a este comercio. (318)
Llaman a los niños a la escuela.
Estos niños andrajosos que van descalzos reciben la misma enseñanza que reciben todos los niños que asisten a la escuela primaria en el mundo entero. (2)

Los trajes los proporcionan los hurdanos que emigran algu­nos meses al año a tierras castellanas o andaluzas, donde se dedican sobre todo a la mendicidad. Cuando vuelven a su tierra, cambian su lote de ropas por patatas.
En general, el traje que cubre al hurdano está tan remen­dado que apenas queda algún pedazo del tejido primitivo.
En Las Hurdes las ropas son el desecho de las miserias de los alrededores, y un vehículo transmisor de enfermedades. (647)
"Entre los hurdanos, y especialmente entre los habitantes de Nuñomoral, hay familias enteras que se dedican exclusivamente a la mendicidad, y que prefieren esta situación a cualquier otra que pudieran conseguir por su trabajo. En algunas alquerías esta gente constituye la cuarta parte de la población... Reunidos en caravanas o, a veces, en orden disperso, hombres y mujeres, ancianos y niños, recorren las provincias vecinas pidiendo limosna. Con el zurrón a la espalda, recogen los mendrugos de pan y cuanto pueden conseguir mendigando, ropas y prendas interiores, que venden tan pronto como pueden, lo mismo que el pan duro que importan a Las Hurdes. (499)
…Uno de los médicos preguntó a los hurdanos si iban a comer algo. Y los hurdanos respon­dieron que no. El médico preguntó entonces si tenían alguna comida en reserva. Y los hurdanos respondieron que no. Sus respuestas tenían un tono absolutamente normal y esas pobres gentes no parecían sospechar que esperábamos una explicación. Fue necesario pedírsela. Esa familia no preparaba nada y no habían comido nada desde hacía algún tiempo. Esperaban para comer el regreso de un miembro de la familia que había ido a mendigar fuera de Las Hurdes: ese era, evidentemente, el único recurso contra el hambre. No sabían si su pariente regresaría ese día o cualquier otro. Ellos únicamente esperaban. (320)
A estos niños hambrientos se les enseña, como en todas partes, que la suma de los ángulos de un triángulo es igual a dos ángulos rectos. (2)

En algunos pueblos de Las Hurdes, y en especial en La Aceitunilla, la mayor parte de los niños son "pilus": niños abandonados que las mujeres de Las Hurdes han recogido en el hospicio de Ciudad Rodrigo, situada a dos días de marcha a través de la montaña. Ellas se encargan de educarlos a cambio de una pensión de quince pesetas al mes. Esta suma miserable servía para que viviera toda una familia hasta que, no hace mucho tiempo, se prohibió en Las Hurdes este extraño hospe­daje de los "pilus".

Se trata de una verdadera “cría” de niños abandonados que es simultáneamente, una explotación de la miseria de los expósitos y una explotación de la miseria de los hurdanos. (490)
Sean cuales fueren los sentimientos de las mujeres hurdanas, lo que sí es cierto es que su miseria fisiológica no les permite ser buenas amas de cría. Es más bien su miseria económica lo que les impulsa a asumir un papel que no pueden desempeñar adecuadamente. De todas maneras, es evidente que la crianza de los expósitos —de los pilus como dicen en Las Hurdes — ha produ­cido resultados lamentables y no debe sorprendernos que haya dado lugar a fuertes críticas. (491)
A menudo, el expósito, por el que se recibe una subvención, perjudica al hijo de la familia, por el que no se percibe nada, y que, por otra parte, la mortalidad entre los pilus es muy grande. (494)
De todas formas, hay que reconocer que esta importación, gracias a la cual los hurdanos consiguen un poco de dinero, a veces incluso el único dinero que percibe una familia, es una de las causas que contribuyen a debilitar esta desgraciada población. Muchos de esos niños llevan el estigma de la miseria, del vicio o de enfermedades hereditarias. (495)
En la actualidad este comercio ha cesado (495)
Una imagen inesperada y chocante que descubrimos en la escuela: ¿qué puede estar haciendo aquí este grabado absurdo?
Abrimos al azar un libro de moral que hemos encontrado encima de una mesa. Uno de los mejores alumnos escribe sobre la pizarra, a petición nuestra, una de las máximas de este libro.
La moral que enseñan a este pequeño es la misma que rige nuestro mundo civilizado: Respetad los bienes ajenos. (3)


En este valle relativamente rico hay algunos nogales, cere­zos y olivos.
En Las Hurdes los olivos son muy numerosos… (301)
Los castaños… consiguen crecer en la mayor parte de los valles (302)
Los nogales, las higueras y los cerezos se han multiplicado más profundamente. (308)
Aquí está el pueblo de Martilandrán. Esas formas que vemos entre los árboles, que recuerdan el caparazón de un animal fabuloso, no son otra cosa que los tejados del pueblo.
Al entrar en él nos recibe una situación desoladora. La mayor parte de sus habitantes están enfermos. Los cuadros que se ofrecen a nuestra vista son de una miseria descarnada.

Nuestro estudio ofrece el caso… de una sociedad que, en su totalidad, vive inmersa en la enfermedad y la miseria. (89)
La ganadería y la agricultura no pueden garantizar a los hurdanos una alimentación suficiente, ni tampoco las mínimas condiciones necesarias para llevar una vida material sana. (249)
La mayor parte de los hurdanos pasan hambre durante toda su vida… (251)
El bocio es la enfermedad específica de Las Hurdes Altas, que son el objetivo principal de este reportaje.
Vean a esta mujer con su bocio: no tiene más que 32 años.
 
Estas aguas tan puras seguramente sea la principal causa que provoca el bocio. (458).
El agua, finalmente, sobre todo en Las Hurdes altas, parece estar completamente desprovista de los elementos indispensables, en particular del yodo. Por eso el bocio es tan frecuente en la parte más desheredada del país. (463)
Para el doctor Marañón, es muy probable que la frecuencia del bocio, y la del cretinismo, cuya distribución es la misma que la del bocio, se deba en buena parte a los efectos provocados por la deficiente alimentación. (468)
El doctor Marañón detecta una relación entre el bocio y la miseria en Las Hurdes. "No es fácil hacer una estadística aproximada del tanto por ciento de estos casos en Las Hurdes; ni en realidad tienen interés, porque lo instructivo no es el número de los casos sino su distribución, en relación con las condicio­nes de cada poblado. En las alquerías míseras de las alturas, el 50 por 100 de las mujeres eran portadoras de bocios desarrollados y el 95 por 100 de la totali­dad de los habitantes tenían tiroides palpable; en los pueblos bajos y menos pobres esta proporción era bastante menor". (467)
Visitamos el pueblo acompañados por el alcalde de Martilandrán. En el pueblo desierto, encontramos a una niña. Le preguntamos al alcalde qué le ocurre y nos res­ponde que la niña lleva tres días en el mismo sitio, sin moverse.
Debe de estar enferma, porque se queja. Uno de nuestros amigos hace de médico improvisado y se acerca a ella para informarse de lo que le produce dolor de garganta. Le pide que abra la boca y podemos ver las encías y la gar­ganta inflamadas. Desgraciadamente, no podemos hacer nada. Dos días más tarde, cuando preguntamos por ella, nos contestaron que la niña había muerto. (4)

¿De qué se alimentan los habitantes de este país estéril? Los únicos alimentos casi de que disponen son las patatas y las habichuelas, y no siempre. Particularmente en los meses de junio y julio les falta incluso esta base de alimentación.

El cultivo de la patata y las habichuelas es mucho más importante para los habitantes de Las Hurdes que el cultivo del trigo o el centeno. (298)
La carencia de pan podría remediarse consumiendo habichuelas y, sobre todo, patatas, pero desgraciadamente no se dispone de una cantidad suficiente de estos productos. (314)
Su alimento cárnico se compone únicamente de cerdo. Sólo las familias ricas, si es que pueden llamarse así, tienen un cerdo. Cada año matan un cerdo. Su carne es devora­da en tres días, se han comido toda la carne.

La cría del cerdo…constituye el único recurso del que los hurdanos obtienen algo de carne para incorporar a su dieta. (279)
Una de las principales fiestas del año para las familias hurdanas (se puede decir que es, con mucho, la principal), es la matanza. (280)
Los hurdanos dan rienda suelta al apetito una vez al año, los primeros días de invierno.
Durante tres días, los compadres se hartan de comer carne de cabra (primer jornada), de cerdo (segunda jornada), de chorizo y callos (tercera jornada) acompañados de copiosas legumbres y de castañas, pero sobre todo, de aguardiente de madroño y de vino. Si después de esos tres días tienen la suerte de participar en la matanza de otro vecino, entonces puede decirse que han conseguido otra victoria más contra el hambre. Pero se trata de una victoria efímera precaria. Si comen con ese voraz apetito, durante algunas rápidas jornadas de finales de otoño, es porque están acostumbrados a pasar hambre el resto del año. (317-8)
En los rincones más fértiles crecen olivos. A menudo su fruto es destruido por los insectos.
En Las Hurdes los olivos son muy numerosos… No necesitan mucha agua y su follaje verde claro permite junto a ellos la existencia de cultivos alternativos, si el terreno no es muy pedregoso. (301)

La cabra es el animal que mejor resiste en este paisaje esté­ril. Su leche se reserva para los enfermos graves. Mojan el pan que los mendigos traen de lejos y que es guardado también para los enfermos.
La ganadería, aunque pobre y reducida principalmente a las cabras, así como a la cría de abejas. (266)
La especie es raquítica, porque las cabras, normales o seleccionadas, mueren antes de aclimatarse, como consecuencia de una alimentación insuficiente. Estas cabras llegan a pesar treinta libras como máximo y, en general, sólo producen medio cuartillo de leche… Se crían por su leche y no por su carne. (273)
Los huevos y la leche de las cabras, son alimentos de lujo y los reservan, cuando existen, para los enfermos. (318)
No consumen carne de cabra más que cuando una de ellas se mata, lo que ocurre a veces cuando el terreno es abrupto y los senderos escarpados. (5)
La gente sólo las come cuando mueren accidentalmente, cosa que sucede muy a menudo en estas montañas tan escarpadas. (273)
La principal industria alimenticia de Las Hurdes es la api­cultura, pero las colmenas no pertenecen a los hurdanos y, además, la miel que las abejas extraen de las flores de la zona es muy amarga.
Los propietarios de las colmenas son gentes de La Alberca. Ellos dejan las colmenas sólo durante el invierno, que es más suave que en la vecina provincia de Salamanca.
En primavera, llevan las colmenas a Castilla. En esta época es corriente encontrarse con una o varias bestias de carga que llevan colmenas sobre sus lomos que se dirigen hacia Castilla.
Durante mucho tiempo, las colmenas no pertenecieron a los hurdanos, sino a los lejanos propietarios de La Alberca. (253)
La miel que se recoge en Las Hurdes es de una calidad mediocre. (262)
En los amaneceres de otoño, pueden verse en los senderos hurdanos mulas cargadas de cilindros de corcho, dispuestos horizontalmente y bien equi­librados sobre los dos lomos del animal. Estos cilindros son las colmenas que se transportan, aprovechando que las abejas están adormecidas por el frescor de la noche, y que serán instalados en lugares bien expuestos al sol y protegidos del viento, donde abunden las flores. Cuando el exuberante frescor del inicio de la primavera se haya terminado en Las Hurdes para dejar paso a los calores del verano, las colmenas emprenderán un nuevo viaje en sentido inverso, también en una noche clara de luna, para encontrar nuevamente las delicias primavera­les en los territorios de La Alberca, que están más al norte y que, por lo tanto, aún conservan la frescura. (258)
Un día, nos encontramos a este asno con su cargamento de colmenas que dos hurdanos llevan hacia Salamanca.
Poco después, mientras comíamos tranquilamente, escu­chamos un lamento sordo. Los hurdanos habían atado el asno, se le había caído una colmena y el animal fue atacado en seguida por las abejas. Los movimientos desordenados que hacía para defenderse provocaron la caída de las otras colmenas y centenares de abejas se precipitaron sobre él. Una hora después, el animal estaba muerto. Un mes antes de nuestra llegada, tres hombres y once mulos habían muerto de la misma manera. (6)

Los meses de mayo y junio son los más duros para los habi­tantes de Las Hurdes que, en esa época, han agotado sus provisiones de patatas y que entonces se alimentan de cerezas y, como el hambre les impide esperar a que madu­ren, se las comen verdes, lo que les provoca disentería.

Las cerezas son los primeros frutos que maduran y sirven para calmar el hambre en una época terrible para los hurdanos, que llaman al mes de mayo el “mes del hambre”, pues en  esa época ya se han acabado las provisiones de las cosechas del año precedente. Entonces, obligados por el hambre, la gente abusa de las cerezas apenas maduras y, como consecuencia, sufren de disentería. (316)
Entonces comienza la emigración. Los hombres a los que no ha retenido la enfermedad parten a Castilla o a Extremadura para intentar trabajar en las cosechas. Encontramos alguna de estas caravanas compuestas de diez, treinta o cincuenta hombres que van únicamente con una manta. No tienen dinero ni pan, y van muy lejos, andando, para buscar trabajo.
Nos cruzamos días más tarde con un grupo de estos hom­bres que vuelve como se marchó: sin dinero y sin pan.
El hurdano… tiene hambre. Y la emigración le libera del hambre. Se trata casi siempre de una emigración individual, anárquica. En algunas ocasiones, los hurdanos emigran en grupo, pero lo hacen únicamente porque las mismas necesidades se imponen a la vez a numerosos individuos, y porque hay trabajos que sólo se ofrecen a cuadrillas. La siega, en la provincia de Cáceres, ofrece a los hurdanos la ocasión de alimentar­se bien y de ganar importantes sumas de dinero en una época en la que sus provisiones están completamente agotadas. Generalmente van a la siega a Cáceres, luego a Plasencia, más tarde a Salamanca y, finalmente, a cualquier otra región de los alrededores donde se necesite mano de obra barata. (449)
Llegamos ahora a uno de los puntos esenciales de este reportaje: ¿qué hacen los hurdanos para construir el campo que les permitirá comer? Empiezan eligiendo un terreno próximo al río, y después, con la ayuda de sus mujeres, parientes y amigos, lo limpian de la habitual vegetación de brezo y jara. Los útiles de trabajo son siem­pre rudimentarios: un pico y otros por el estilo. No dispo­nen de otros instrumentos para labrar la tierra y en la mayor parte de Las Hurdes desconocen el arado.
Una vez limpio el terreno, elevan muros de piedras colo­cando una encima de otra, sin mortero. Este muro prote­gerá los campos de las inundaciones invernales. Una vez construido el muro, tienen que ir a buscar tierra vegetal a la montaña. La meten en sacos, que luego transportan a través de las zarzas hasta sus campos. Este trabajo general­mente les ocupa varias semanas.
Observen la delgada capa de tierra vegetal que recubre el campo de un hurdano. El primer año, la cosecha es abun­dante pero, después, la tierra se agota por falta de ele­mentos nitrogenados y se vuelve estéril.
Todos los campos de Las Hurdes tienen la forma de estre­chas franjas de tierra al borde del río. La crudeza del invierno anula en un instante el trabajo de todo un año.
He aquí el meandro típico de un río de Las Hurdes, con los pequeños campos escalonados.
Casi en todos los lugares, y principalmente en Las Hurdes altas, antes de cultivar la tierra, fue necesario concentrarla, y casi crearla. (282)
Las largas y numerosas series de terrazas, lo mismo que la multiplicidad de campos minúsculos más o menos aislados, suponen, como ya hemos indicado, el enorme trabajo de construir paredones protectores para conservar la tierra. (288)
El país hurdano no tiene exactamente tierra, pues aquí la tierra se presenta en forma de granos de arena. Es necesario construir muros, en gran cantidad, para aglomerar esos granos. (291)
A falta de dinero y de animales domésticos, el hurdano no puede procurarse abono. Así que tiene que ir a la montaña a buscar con qué hacerlo, como esta familia que ven aquí.
Los caminos son difíciles y los zapatos escasos.
El abono vegetal más apreciado es el que los hurdanos mismos fabrican con las hojas del madroño, un arbusto que no es demasiado abundante en estas montañas. Una vez llegados a un lugar propicio, llenan los sacos con estas preciosas hojas.
Pero en estos lugares la víbora es un animal muy abun­dante Este campesino fue picado por una en un dedo hace varios días, mientras recolectaba las hojas del madro­ño. La mordedura no es casi nunca mortal en sí misma: son los hurdanos quienes, tratando de cuidarse, se infec­tan a veces mortalmente.
Cuando ha terminado la recolección de las hojas, el cam­pesino vuelve a su pueblo y extiende el contenido de su saco en el interior de la casa.
Sobre estas hojas se acostarán los animales y las personas mezclados: las hojas se descompondrán lentamente y algu­nos meses después servirán como abono.
Ésta es la casa de un habitante de Fragosa. Desde que se entra en ella se camina por encima del lecho de hojas que nunca falta en las casas de los hurdanos.

La tierra carece de elementos nutritivos y por lo tanto el abono es indispensable…
El hombre no solo tiene que reunir la tierra grano a grano, también debe añadirle los principios nutritivos dispersos en una inmensa y pobre vegetación… (291)
El estiércol o, como se dice en Las Hurdes, el vicio es un producto tan humano, que el viajero nota su presencia en los lugares habitados antes que en el campo. Los pueblos tienen un olor pestilente porque, en efecto, sólo en los pueblos se puede obtener la concentración necesaria de estiércol. En las estre­chas callejuelas y en las casas, como veremos más adelante, se extienden montones de helechos, de hojas de jara, de carrasco o de cualquier tipo de plan­tas. Y toda esta materia vegetal es pisada por los paseantes, prensada por el hombre cuando duerme, avivada hasta la fermentación fecunda por la orina y por los excrementos de las bestias y de los hombres, y por los desperdicios que sólo abundan en los lugares habitados. Periódicamente, los hombres, mujeres o niños van al hojato: es decir, van a sus huertas o a los terrenos municipales o, previa autorización, van a los campos del vecino, por ejemplo a Las Batuecas, donde la vegetación es tan abundante, a buscar el cargamento de hojas secas, aptas para entrar en descomposición. El estiércol se hace poco a poco, y sus emanaciones atacan la salud de la gente, pero aunque envenene sus vidas es el estiércol quien les permite vivir. Únicamente cuando está hecho el estiércol puede comenzar la producción. (292)
Un rincón característico de una casa: los utensilios son primitivos y su número muy escaso.
Como mobiliario no hay camas ni mesas dignas de ese nombre. La familia… no conoce ninguna de las cosas que nos vinculan a las casas y nos hacen la vida agradable. (358)
El humo sale de las casas por donde puede: no hay chi­menea ni ventanas.

Las casas no tienen ventanas y la luz que penetra en el interior sólo puede entrar por la puerta…El aire sólo puede renovarse por la puerta y por las fisuras existentes entre las pizarras mal ajustadas… (326)
En verano, los ríos están casi secos y este hecho es el ori­gen del paludismo, transmitido por el mosquito anofeles. Se puede decir que todos los hurdanos son palúdicos. Esta enfermedad la combaten hoy los médicos de Las Hurdes.
La larva tiene que subir a la superficie del agua para res­pirar; si se mantiene paralelamente a la superficie, es una larva de anofeles; si se mantiene perpendicularmente es una larva de culex, un mosquito inofensivo.
El anofeles adulto se encuentra en todas las casas hurda­nas. Se le reconoce porque se posa perpendicularmente al muro.
El resultado de la picadura del anofeles: un hombre ata­cado por la fiebre sentado junto a su casa.
Por las calles nos encontramos con muchos enfermos. Está enferma acostada en su balcón no se da cuenta de nuestra presencia. Balcones como éste, o de cualquier otro tipo, son raros en los pueblos de Las Hurdes.

En Las Hurdes bajas el paludismo está muy extendido (469)
Es mucho más triste constatar la difusión del paludismo en Las Hurdes, teniendo en cuenta que las aguas de esta región son sobre todo aguas corrientes, y que, en definitiva, incluso en Las Hurdes bajas, el régimen de las aguas no es el que normalmente favorece la reproducción del anofeles. Sin embargo… en los valles bajos de los ríos hurdanos, subsisten, en las estaciones cálidas, algunos charcos de aguas estancadas en el cauce demasiado ancho de los ríos. Esto ya es suficiente para que se propague el mosquito que ataca los organismos indefensos.
"El paludismo, dice el doctor Marañón, existe endémicamente en la totalidad de los pueblos y alquerías. En este avance de nuestro estudio, no podemos hacer un informe detallado de la distribución de la endemia en los pueblos afectados por la plaga palúdica. Pero prácticamente no hay poblado exento de la enferme­dad y en la mayoría de ellos en forma profundamente grave. Singularmente en los pueblos bajos como Veguilla de Coria, Rubiaco, etcétera, se observa al pasar a la simple inspección, el estado de caquexia palustre de la mayoría de los habitantes que salían a nuestro encuentro, muchos de ellos temblando de calentura. Los niños de estos pueblos son en su totalidad gravemente anémicos, aun los no enfermos tienen casi siempre el bazo hipertrófico, y en los adultos pudimos observar, además de los tipos febriles ordinarios, numerosos casos de complica­ciones palúdicas graves, como caquexia, hepatitis, polineuritis, etcétera".
La causa de la persistencia de esta enfermedad radica en el hecho de que hasta ahora no había médicos ni higiene en el país. No son solamente las aguas estancadas las que favorecen la difusión del mal, son también los mismos enfer­mos "Cada hombre atacado es un perpetuo portador de gérmenes, y el mosqui­to encuentra sin ninguna traba un terreno idóneo para multiplicar la enfermedad en el organismo de cada habitante" (470-1)
El enano y el cretino abundan en Las Hurdes Altas. Generalmente sus familias los emplean para cuidar de las cabras.
Algunos son peligrosos. O bien huyen del hombre o le ata­can a pedradas. Se les encuentra en la montaña hacia la caída de la noche, cuando vuelven al pueblo, y nosotros tuvimos grandes dificultades para filmar a alguno de ellos. El realismo de un Zurbarán o un Ribera se queda muy corto ante una realidad como ésta.
La degeneración de esta raza se debe principalmente al hambre, a la indigencia, a la miseria y al incesto.
El más pequeño que pueden ver aquí tiene 28 años. Aquí hay otro tipo de cretino viejo.
Otro cretino.
A éste, casi salvaje, sólo pudimos filmarle con la colabora­ción de uno de nuestros amigos hurdanos, que supo entretener y calmar a su interlocutor.
 
La carencia de alimentos nitrogenados se manifiesta por un síntoma obser­vado frecuentemente en Las Hurdes: la detención del crecimiento.
La falta de alimentos hidrocarburados es indiscutiblemente la causa de esa debilidad que impide a tantos hurdanos la realización de grandes y prolongados esfuerzos y que les lleva tan fácilmente a la aceptación de la miseria y de la mendicidad.
La carencia de yodo parece estar en el origen del bocio y del cretinismo. La carencia de calcio y de fósforo produce el raquitismo.
Entre las carencias vitamínicas, la más lamentable parece ser la falta de vita­minas antixeroftálmicas, pero no sabríamos decir si la ceguera, tan frecuente en el país hurdano, se debe a la falta de dichas vitaminas. (465)
"Los tipos representativos de Las Hurdes, dice el profesor Hoyos, son los degenerados atávicos, que predominan en Las Hurdes altas. Su curación sólo es posible con un tratamiento verdaderamente revolucionario. En nuestras fotografías... pueden verse los distintos tipos que se dan en varios pueblos: el de Alde­huela, donde el enanismo está generalizado, con tipos dignos de Velázquez tanto en hombres como en mujeres, tipo que se repite en los dos reemplazos, uno, el de ese año, que mide 1m. 168 mm; el otro, el del año siguiente, que tiene 1 m 017 mm. El tipo de Horcajo que ofrece un ejemplar de infantilismo característi­co, y dos madres liliputienses... Los de Fragosa, con una joven de 18 años, que sólo alcanza los 830 mm, verdadera regresión al origen negroide de la raza. El de Carabusino, donde pueden verse tres "degeneraciones" de una misma familia que termina con una enana de veinticuatro años y de 832 mm de altura..." (475)
Las terribles privaciones que la naturaleza impone a los hurdanos causan la degeneración de la raza. En Las Hurdes hay un inquietante porcentaje de enanos y cretinos. Podemos considerar que las cifras absolutas son pequeñas y sin duda sería ridículamente injusto representarse a los hurdanos como una población de enanos y cretinos; está claro que, sin ninguna dificultad, podríamos encontrar entre los hurdanos algunos ejemplares sanos y hermosos, algunas vigorosas inteligencias; pero lo verdaderamente inquietante, terrible, es que los enanos y los cretinos parecen mostrar mejor que los tipos opuestos, hacia donde tienden las condiciones que se imponen a las gentes del país. (650)
Un día, vemos a un grupo de gente ante la puerta de una casa: acababa de morir un niño.
La madre.
La muerte es uno de los escasos acontecimientos que se pueden rodar en estos pueblos miserables. Las mujeres acu­den en masa al domicilio del muerto. Nos explican las com­plicaciones que supone el transporte de un cadáver, debido al hecho de que en muchos pueblos no hay cementerio.
Fue necesario transportar al niño hasta el cementerio de Nuñomoral y nosotros decidimos seguirle. El cadáver fue colocado sobre una artesa y llevado durante varios kiló­metros a través de la maleza.
Si el muerto es un adulto, atan el cuerpo a una escalera y le conducen así hasta el cementerio. Esto exige a veces horas de marcha.
Aquí pueden ver el paso de un río con el cadáver.
Este cementerio nos muestra que, a pesar de la gran mise­ria de los hurdanos, sus ideas morales y religiosas son las mismas que en todas las demás partes del mundo.
La situación de las tumbas está señalada por una cruz o un pedazo de madera.
La falta de iglesias y de sacerdotes es lo que obliga a los hurdanos a esos lúgubres transportes de cadáveres en los que no siempre es fácil guardar el respeto debido a los muertos. En el recientemente construido cementerio de Ovejuela, sólo se entierra a las personas mayores, sin duda porque los cadáve­res de los niños se transportan con mucha mayor facilidad. (476)
Esos entierros que acabamos de evocar, en los que el cadáver ambulante, en busca de la última morada, es acompañado por un cortejo de familiares, macilentos y cubiertos de polvo, que no tienen la seguridad de poder atravesar los ríos crecidos por las tormentas, es quizás mejor que ningún otra cosa el símbolo de un país que ni tan siquiera sabe cómo morir.
No menos trágico resulta el espectáculo de un padre que lleva en sus brazos el cadáver del hijo, o de una madre que lleva en su mula, envuelto en una mise­rable manta, el pequeño cadáver del hijo que transporta al lejano cementerio, al que apenas tendrá ocasión de volver para visitar su tumba. Tuvimos ocasión de caminar algunas horas con el hombre que llevaba en sus brazos el cadáver de un niño. También encontramos la familia que transportaba el cadáver en la mula. Nunca hemos visto nada tan triste como la naturalidad con que todos transportaban sus muertos. (477)
La única cosa lujosa que nos podemos encontrar en Las Hurdes son las iglesias. Ésta se encuentra en uno de los pueblos más míseros.
Las iglesias son las únicas construcciones que se diferencian del resto. (333)
Un interior de los más cómodos. Aquí tenemos al padre, al hijo y a los dos más pequeños. En la pared, la presencia de  estos papeles recortados y el alineamiento de las tapaderas dan testimonio de un cierto sentido de la decoración.
Algunos adornos, por otra parte baratos, aparecen con frecuencia justamente en las casas en las que falta lo necesario. (358)
En algunos pueblos, una mujer recorre las calles de noche. El pregón de la muerte. Va agitando una campani­lla y a veces se para a salmodiar una oración. (7)

Todos los habitantes de una casa hurdana viven en la misma y única habitación. Pero como esta casa es un poco más cómoda se compone de un establo en el piso inferior y, en la primera planta, de cocina y una habitación. Excepcionalmente hay una cama.
Los hurdanos se acuestan de invierno completamente ves­tidos. Llevan sus trajes hasta que se les caen a pedazos.
 
Generalmente, la casa se componía de dos piezas, una de las cuales albergaba a las personas y la otra a los animales. Desde ese momento surgió la promiscuidad entre los seres humanos y la promiscuidad entre el hombre y los animales. (325)
En las casas de los mendigos o de los pordioseros de oficio,… existe una sola cama de hojas secas,… donde duermen todos juntos sin distinción de edad ni de sexo, en el más completo abandono. (327)
La mayor parte de los hurdanos viven en chabolas en las que los pulmones se debilitan, la sangre empobrecida se intoxica y, lo que es aún más grave, en las que resulta imposible disfrutar de la dignidad, de la belleza y del encanto de la vida familiar. La familia humana y la horda animal viven juntas, combinación que no es en absoluto afortunada, salvo para esta última. Las dulces y afectuosas relacio­nes de la jerarquía familiar son substituidas por un amontonamiento de sufrimien­tos y de apetitos inconfesables. Materialmente hablando, no hay hogar. (647)
Esto es lo que dice esta mujer: "No hay nada que pueda mantenerte más alerta que el pensar en la muerte. Rezad un Ave María por el descanso del alma de ..." (7)

(1)  Buñuel no afirma que no hubiera música en las Hurdes, sino que durante el rodaje no la escuchó en las alquerías por las que anduvo.
(2)  Hay varias referencias en el comentario relacionadas con la escuela. Lo que se afirma en ellas, aunque no aparece en la tesis, es correcto.
(3)  Está claro que esta parte es una “escenificación” a petición del realizador. Es una crítica acorde con la ideología que tenía Buñuel en aquel momento, pero esa ideología, es la que se enseñaba en todas las escuelas, como se sigue haciendo en la actualidad. Es decir, es correcto.
(4)  La niña no se murió es otra escenificación. Pero el contenido es totalmente verídico, porque en Las Hurdes había un índice de mortalidad altísimo.
(5)  Esta parte estuvo, igual que la de la cabra, provocada por Buñuel, lo cual no quiere decir que no ocurra. Conociendo lo concienzudo que ha sido el realizador a lo largo de toda su carrera al documentarse a fondo para tratar los diversos temas como : Belle de jour, Simón del desierto, La vía Láctea… doy por sentado que no se lo inventó.
(6)  Posiblemente sea este el plano más comentado de la película y como vemos Buñuel no se inventó nada. Cuenta el realizador: Como no podíamos esperar el acontecimien­to, lo provoqué disparando un revólver. Luego vimos que el humo del disparo salía en el cua­dro, pero no podíamos repetir la escena porque los hurdanos nos hubieran agredido indigna­dos. (Ellos no matan a las cabras. Sólo desta­zan a las que se despeñan.) Disparé con revól­ver porque, como en Las Hurdes no hay armas de fuego, no encontré fusil… se trataba de dar una imagen de la vida de los hurdanos y había que mostrar todo. Era muy distinto decir: «A veces se cae una cabra» que mostrar el hecho como sucede realmente.[10]

Buñuel compró dos cabras y si se miran los descartes de la película se verán los diferentes intentos que se hicieron para que la cabra se despeñara de verdad, pero dado el escaso presupuesto para la película y las condiciones de acceso al lugar de rodaje, es comprensible que no esperen a que una cabra se despeñe, o se muera una niña. Por otro lado, ¿no resultaría muy “raro” que la cabra se hubiera despeñado precisamente por el sitio donde estaba esperando el cámara para filmar cómo se caía.?
(7)  Seguramente lo sacó del artículo de la revista Estampa: Una semana en Las Hurdes. El pregón de la noche, del 27 de agosto de 1929, que reproduce el mismo texto.
ACLARACIÓN: La versión doblada de la película al español, y narrada por Paco Rabal, muestra muchas diferencias respecto al texto original. La mayor parte de estas no tienen importancia, pero en general podemos decir que aumenta la contundencia del texto original. Hay una muestra que quiero resaltar: el texto original dice que el maestro  “generalmente obliga a los niños a comérselo en su presencia, por miedo a que, cuan­do lleguen a sus casas, los padres se lo quiten.” La versión castellana dice: “para evitar que se lo quiten sus padres al llegar a casa.” (El subrayado es mío)

Está claro que Buñuel rodó en las alquerías más pobres, que concentró lo peor, etc., pero como se ha podido comprobar “todo” lo que se dice en la película lo sacó de la tesis de Legendre. Se puede concluir que lo el realizador contó en su película era cierto, aunque sin lugar a dudas era una visión tendenciosa. Buñuel no recoge en su película, como es natural, todo lo que abarca la tesis de Legendre y si a ello le sumamos la mirada de Buñuel no podemos esperar un documental normalizado. Salió lo que tenía que salir: una obra maestra del cine que hoy día, tras más de 80 años, sigue plenamente vigente.


[1] De la conferencia de Buñuel de 1941 para los estudiantes de la Universidad de Columbia para la presentación de la película. En: Tierra sin pan. Luis Buñuel y los nuevos caminos de las vanguardias, IVAM, 1999, pág. 167
[2] Mercè Ibarz: Buñuel documental. Tierra sin pan y su tiempo, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1999, pág. 120
[3] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, Pág. 34
[4] Este texto de Buñuel, aunque no forma parte estrictamente hablando, de la citada conferencia de 1941, debió utilizarlo para dar información a los asistentes a la misma sobre el rodaje de la película. De: Tierra sin pan. Luis Buñuel y los nuevos caminos de las vanguardias, IVAM, 1999, págs. 174-75
[5] Bazin, André, y Doniol-Valcroze, Jacques,  Cahiers du Cinéma, n.º 36, 1954. Recogida en El cine de la crueldad, Mensajero, Bilbao, 1977, pág 103
[6] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, Pág. 37
[7] Maurice Legendre: Las Jurdes: étude de géographie humaine. Burdeos, 1927 
[8] Maurice Legendre: Las Hurdes. Estudio de Geografía Humana, Editora Regional de Extremadura, 2006
[10] Tomás Pérez Turrent y José de la Colina: Buñuel por Buñuel, Plot, 1993, Pág. 35

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