Luis Buñuel y Julián Pablo Fernández (por Mario Barro)



Como anuncié al asumir este blog, algunas de las entradas estarán a cargo de especialistas en la obra de Buñuel. Mario Barro, profesor universitario y delegado del Centro Buñuel Calanda en Méjico, nos ofrece una semblanza del recientemente fallecido "padre Julián", una de las personas que mejor conoció a don Luis y en quien éste más confiaba.



El sacerdote dominico Julián Pablo Fernández (1937 – 2018), que además de sacerdote, fue arquitecto, pintor y cineasta, falleció el pasado 14 de febrero en la Ciudad de México. Fue una de las personas más cercanas a Buñuel en México, como él mismo se encargó de plasmar en sus memorias: 
         A veces, transcurre una semana entera sin que reciba ninguna visita. Me siento abandonado. Entonces, llega alguien a quien no esperaba, a quien no he visto desde hace algún tiempo. Al día siguiente, cuatro o cinco amigos vienen a verme a la vez, pasan una hora. Entre ellos, Alcoriza, que antaño trabajó conmigo como guionista. Y Juan Ibáñez, nuestro mejor director teatral, que bebe coñac a todas horas. Y también el padre Julián, un dominico moderno, excelente pintor y grabador, autor de dos singulares películas. En varias ocasiones hemos charlado sobre la fe y la existencia de Dios. Como en mi casa tropieza con un ateísmo sin fisuras, un día me dijo: 
         Antes de conocerlo, había veces en que sentía vacilar mi fe. Desde que hablamos juntos, se ha reafirmado. 
         Yo puedo decir otro tanto de mi incredulidad. ¡Pero si Prévert y Péret me viesen en compañía de un dominico…! [1] 

Jeanne Rucar de Buñuel, la viuda del cineasta, también se refirió al Padre Julián en su libro Memorias de una mujer sin piano: 
        Conocimos al padre Julián en la boda de Alatriste con Sonia Infante. Es hijo de españoles (su padre puso panaderías en México). Se hizo amigo nuestro, en especial de Luis. La primera vez que lo vi de sotana fue en el velatorio de su madre, pues a casa siempre viene de laico. Él se portó de maravilla cuando Luis enfermó; a diario venía a verlo, sus visitas le hicieron mucho bien. A las cinco de la tarde Luis miraba el reloj, si a las cinco y cinco no había llegado el padre, Luis comenzaba a inquietarse: «¿A qué hora vendrá?». Era rara la vez que se le hacía tarde, conocía la puntualidad exacta de Luis y procuraba respetarla. 
        Algunas personas no quieren al padre Julián, por eso hablan mal de él, dicen que es «raro». No lo creo. Si pensara así, entonces Luis también hubiese sido «raro»: toda su vida prefirió las charlas entre hombres y tuvo amigos íntimos Dalí, Federico García Lorca, Peinado, etc.. [2]

En honor a Julián Pablo y a su amistad con Buñuel, a continuación transcribo algunos fragmentos de testimonios suyos que fui recogiendo, siempre con su autorización, en numerosas ocasiones que tuve el placer de visitarlo, en su estudio del templo de Santo Domingo, desde que nos conocimos allá por el año 2012. El lector también puede encontrar algunas de estas anécdotas en el artículo De la amistad no se conversa, firmado por el propio Julián Pablo [3] o en varios de los documentales dedicados a Buñuel que contaron con la participación del sacerdote. Igualmente, Max Aub lo tuvo en cuenta a la hora de elaborar su espectacular proyecto de entrevistas a familiares, amigos y colaboradores del cineasta. Aub mantuvo una conversación con el dominico que se conserva en el archivo de la Fundación [4]; sin embargo, Federico Álvarez publicó esta entrevista como si fuera de Artela Lusuviaga.


Luchador
Él era un luchador, de tal manera que fue atleta, reconocemos que los atletas en Grecia eran los que sufrían, trabajaban, estaban en lucha. De hecho, Buñuel fue boxeador. Es un honor haber conocido a un hombre de este nivel, grande como su cine; tal vez el mejor director que ha tenido la Historia del Cine

Amistad
Si es grande en el cine Buñuel, como persona fue más grande. Yo he tenido la suerte de conocer a Picasso, a Dalí, Octavio Paz, a Carlos Fuentes, a Monsivais…, amigos todos, y no conozco a nadie que tenga humanamente la categoría de Luis Buñuel, nadie. Octavio Paz, un día que lo fuimos a llevar a casa de Buñuel, de regreso me decía, “a Don Luis no le llego ni a los talones”. Buñuel era el amigo más grande que conocí, el amigo perfecto. Quería poner un ejemplo, tenía la costumbre de visitarlo todos los días a las 5:00 en punto de la tarde, era un maniático de la puntualidad, yo llegaba como tres o cuatro minutos antes y me quedaba esperando en la puerta a que dieran las 5:00 pm. En ese momento se abría la puerta y era Buñuel, que también estaba esperando. Y creo que ninguna esposa hace esto con su esposo, ni un esposo con su esposa. Otra anécdota de puntualidad, él siempre se tomaba un martini seco, con vermouth, el famoso martini de Buñuel, a la una en punto de la tarde. Y una vez me lastimé unas costillas y no pude ir, y él fue a mi habitación a la parroquia, en taxi, y llegó a la 1:00 pm en punto. Yo estaba en la habitación y Buñuel, con una botellita debajo del brazo dice: “Vengo a ver cómo está usted, vea la hora. Pero cómo, ¡¿en este convento no se bebe!?” Sacó su botellita envuelta en periódico, con su martini. Ese era Buñuel, un gran amigo, daba la vida por sus amigos, les gustara o no les gustara. Nunca le faltó el respeto a nadie.
Don Luis era esencialmente buen amigo, no se puede entender a Buñuel sin el sentido de la amistad. Hay una anécdota de Sanit-Exupéry, autor del Principito, que es de una novela maravillosa, que dice: “¿qué es un amigo? Amigo es aquel que no le pides bailar para saber que baila, no le pides de donde cae el polvo donde tu tienes sucio, pero sobre todo, amigo es aquel, que tu le puedes abrir el jardín más secreto de tu alma, porque sabes que nunca va a juzgarte”. Ese es el secreto de la amistad, el respeto es exquisito en cada persona.

¿Cómo conocí a Buñuel?
Ya lo he dicho muchas veces. Yo estaba en París en el 1962, cuando se presentó Viridiana, yo estaba estudiando teología, en unos conventos donde habían estado los grandes teólogos del Vaticano. Y un padre, me dijo “tú que eres mexicano, tienes que ir a ver una película que ha armado un escándalo en el Vaticano, de un mexicano, Luis Buñuel”. No sabía quién era. Fui a verla y me quedé deslumbrado; nunca imaginé que alguien pudiera hacer ese cine. Y, además, me quedé enamorado de Silvia Pinal. Me dije “cuando regrese a México, tengo que conocer a esa mujer”. Regresé a México y comencé a ver las películas que hacía y a seguir su trabajo, sabía que estaba casada con Gustavo Alatriste, sabía todo de su vida, pero nunca pude conocer a la mujer de la cual me había enamorado. Y un día, el papá de un fraile dominico, que vivía conmigo y se acababa de ordenar sacerdote, era velador de las mueblerías que Alatriste tenía en la Zona Rosa. Él me pide que celebre su primera misa a santo domingo, y le digo “con mucho gusto, pero dile a tu papá que le diga al señor Alatriste, que si puede ser tu padrino” y se lo dijo, y sí. Y yo pensando en Silvia Pinal. Yo ya conocía El ángel exterminador, Simón en el desierto, ya conocía a Buñuel, me fascinaba y sigo pensando que Simón en el desierto es una de las más bellas películas e interesantes que ha hecho, por lo menos es la que a mí más me interesa. Ese día yo prediqué tomando de ejemplo a Simón en el desierto, que el pueblo le iba a regalar una columna cada día mayor, y se iba a separando al pueblo. Un sacerdote no lo debería hacer por la antítesis de Simón, un sacerdote debe bajarse a tierra como dice el papa. Ya terminando eso, hubo un coctelito, pero llegó Gustavo sólo, bueno, ni modo. Se me acercó y me dijo, “usted sabe mucho de cine, quiero ser su amigo, lo invito a cenar”, yo encantado. Y me citó en el restaurant del Lago, de Chapultepec, llegué bien arregladito y mi sorpresa fue que no era Silvia Pinal, era Sonia Infante, ya se habían divorciado de Silvia Pinal. Se casó con Sonia Infante y Buñuel fue su padrino. Y nos quedamos siendo grandes amigos,

Gustavo Alatriste
Con él conocí toda la vida bohemia, fui a todas las discotecas, a todos los cabarets, salíamos tres veces por semana, fuimos grandes amigos. Me sirvió mucho porque me hizo conocer el bajo mundo, yo salí a los 17 años de México y regresé a los 24 y no conocía nada México, después de casi 10 años fuera, era otra ciudad. Pero en menos de un año o dos la conocí. Pasábamos muchas noches en la terraza Casino, un cabaret famoso, en el que yo confesaba a las conejitas a las 3:00 de la mañana. Un día Gustavo me dice “te quiero invitar a ver una película con Don Luis Buñuel, una película que se llamaba El manuscrito encontrado en Zaragoza, una película polaca filmada en 1965 por el director Wojciech Jerzy, basada en la novela homónima del escritor Jan Potocki. Gustavo tenía una pequeña sala de 20 butacas, yo estaba al frente, y atrás estaba Buñuel y Gustavo solos. Vimos la película, que influyó mucho en las películas de Buñuel, poca gente lo sabe, porque una escena lleva a la otra, va encadenando escenas. Y ya, terminamos la película, y fuimos a beber, a tomar una copa en El Mirador, que existe todavía, ahí enfrente de Chapultepec, una cantina que a Buñuel le gustaba mucho porque había todas las bebidas del mundo, y ahí nos hicimos amigos. Unos días después me llama Gustavo y me dice “Don Luis está muy molesto contigo, porque no le hablas” y yo como le voy a hablar a ese monstruo, ni tengo su teléfono “Él quiere que tú le hables” y me dio su teléfono. Entonces me buscaba a mí, yo no sé quién atraía más a quién, quién dependía más de quién. No sé quién de los dos le cambió más la vida a quien. Creo que los dos nos la cambiamos mutuamente, por esa amistad. Un respeto impresionante de amistad, y era una persona maravillosa, me regalaba siempre algo.

En la cerrada de Félix Cuevas
Era de una rectitud a prueba de fuego, tenía una rectitud moral, repito, no conozco a nadie que tenga la rectitud y seriedad moral que tenía Buñuel, no estoy exagerando absolutamente en nada, en nada. A las 5:00 pm entrábamos en su casa, nos sentábamos en la cantinita, tenía de decoración sólo el mapa del metro de París, los muebles eran de esos mexicanos baratos, no tenía ningún lujo en casa, nada. Su habitación, la mas sencilla, paredes blancas, un buró pequeño, y en el buró solo tenía una pistola y unas gotitas de valium. Porque Buñuel era armador de pistolas, tenía su laboratorio y hacía balas, completas, y tenía colección de pistolas. Al final empezó a despojarse de muchas cosas. Y un día estaba con sus pistolas y le pregunto ¿qué hace? “Estoy limpiándolas porque estoy muy apegado a ellas y voy a regalarlas”. No tenía sentido de la posesión, no tenía ese sentido de avaricia, no tenía nada de eso. Regaló una maravillosa colección de pistolas a Gustavo Alatriste. Cuando estábamos en su casa, nos sentábamos, y a las 5:10 pm preguntaba “qué va a tomar”. Yo siempre tomaba un whisky con soda, y él se levantaba, sacaba el whisky lo abría y hasta que yo dijera ya, preguntaba cuántos hielos. A él le chocaba que se la dieran ya servida, le parecía una aberración social. Y ya comenzaba la conversación, y se hablaba de todo, de Dios, de los amigos, de política, de problemas sociales, de todo de todo.

Puntualidad
Era extremadamente puntual, él era muy bueno haciendo paellas, un día invitó a varios amigos, y llegaron tarde, esperó a que llegaran, agarró la paella y la tiró por la ventana, y les dijo “la paella no espera” y es cierto, una paella bien hecha no espera, no puedes guardarla hasta la tarde.

Personas
Si algo le importaba a Buñuel era la persona, detestaba las masas. No podían estar en su casa más de cuatro, cinco gentes. Más de eso decía, “esto es un estadio” De lo social decía “qué bueno es el socialismo, para la gente, para mí no, para mí prefiero que me den la quinta avenida”. Ese era el humor negro de Buñuel.

Sentido del humor
Cuando cumplió 80 años, queríamos festejarle, Alberto Isaac, en ese momento director del banco cinematográfico, quería hacerle un homenaje, nos reunimos varios, él y el director de la cinematografía, y se decidió que se le cambiara el nombre a la calle dónde vivía, que se llamaba cerrada de Félix Cuevas, y querían que se llamara cerrada de Luis Buñuel. Yo fui de embajador a decírselo, y me dijo “si usted es mi amigo, evite eso”. Y le pregunté que calle le gustaría, contestó “Av. Luis Buñuel, antes Paseo de la Reforma”. El humor de Don Luis era maravilloso, podíamos estar hablando de Dios, de lo que sea, las cosas más sagradas, siempre con un humor maravilloso y bastante negro a veces.
El presidente de la Madrid, con Jeanne y Julián en casa de Buñuel

Presidente Miguel de la Madrid
Otra anécdota de esa época, decidimos que el presidente de la Madrid lo fuera a visitar a su casa, a tomarse una copa de martini, y se logró. Desde la 4:00 de la tarde estaba con todas las luces, viendo por dónde va a entrar, dónde se va a sentar, qué se la va a dar. Entonces me llama Don Luis y me dice, “véngase antes de la comida” porque estaba nervioso. Estábamos ya sentados, esperando a que llegara. Entonces veo que se levanta Don Luis y desaparece. Se baja con una pistola, como niño, haciendo que yo la viera adrede. Sin decir una palabra se sentó, y me dice “cuando llegue él con sus guardias presidenciales y lo tenga enfrente le apuntaré con la pistola y diré: o me entregan a Echeverría o lo mato”, pero luego la guardó.

Infancia
Él contaba y eso es cierto, ¿cuál es el gran chiste de Buñuel? Su infancia, ese es el gran chiste de la vida de Buñuel: su padre fue a trabajar a Cuba y se hizo rico ahí. Se casó con la mujer más bella del pueblo, hizo una casona, mandó a estudiar a su hijo mayor a la residencia de estudiantes.

Ateo, gracias a Dios
Pero aquí una de las cosas más importantes, a mí me toca el conocimiento íntimo de Buñuel, no hay una secreto de él que yo no sepa, en ningún aspecto. A qué se debía ese “soy ateo, gracias a Dios”. Y es verdad, no era una metáfora, era algo que realmente lo tuvo, porque él nunca perdió su condición de pertenecer a la cultura occidental, de tal manera que no le gustaba lo chino ni lo japonés, le gustaba hacer chistes negros de ellos.  Era muy sarcástico, pero con buen humor, y respetuoso a pesar de todo. Fue creciendo y empezó a leer a Freud, perdió la fe, etc. Ya como estudiante de bachillerato, que yo creo que a cualquiera le ha pasado. Y sobretodo la cultura religiosa de esa época y todavía mucha de nosotros que desde una moral hemos hecho de Dios, un dios moral. Es lo que ha hecho el cristianismo, cuando Dios no es un ser moral, no lo es, no puede ser. No es un replicador de la conducta humana, es creador de la libertad humana, pero no de la moral humana. La moral es problema del hombre, algo personal, es problema del ego.

Hospital
Lo visité en el hospital a punto de morir y lo encontré que estaba atado en la cama, se ve que estaba muy inquieto, y dije “Don Luis, ¿Qué pasa? Deje desatarlo un poco, porque ya estaba medio alucinando y me dice: “No, lo van a perseguir a usted también” pero me reconocía perfectamente, me dice: “Mire como estoy aquí, igual que Cristo, crucificado, pero Cristo por el ser humano y yo por el surrealismo” y se reía.

Después de Buñuel
No quiero aparentar, yo nunca traté de convertir a Don Luis, era imposible. Primero, no tengo la inteligencia para convertir a un hombre de ese nivel, y no lo intenté. Era tan importante, la belleza de la amistad lo que a mi me aportaba. Para mi Buñuel fue un parteaguas en mi vida, yo soy antes de Buñuel y después de Buñuel. Después de Buñuel soy otro personaje, otro personaje. No sé, es muy difícil explicar eso.

Guerra Civil
No le gustaba hablar de la Guerra Civil, tenía un fantasma muy fuerte, no le gustaba. Y por supuesto por el problema de Lorca?

México
No se puede entender a Buñuel también sin México, no se puede entender, le marcó, le encantaba México, le encantaba el tiempo de lluvias. Comía la comida mexicana, si llegaba un español hacía chiles en nogada, no daba vino, daba cerveza, era un gran anfitrión. Yo a veces lo invitaba a algún restaurante y siempre se esforzaban mucho en atender bien a Buñuel.

Qué sean atletas
Se levantaba a las 6:00 de la mañana, se hacía su café, desayunaba, después hacía ejercicio. Bien a los 83 años estaba fuerte. Tenía una tabla, cuando lo visitó De la Madrid le dice “pegue aquí señor presidente, pegue” y él le pegaba. Con los jóvenes jugaba vencidas, yo no conozco a nadie que le haya ganado, era un atleta. ¿Qué consejo les da a los que quieren hacer cine? Qué sean atletas, no les da otro consejo, que sean atletas.

Animales
Cuidaba ratas, si, era el animal más inteligente, estudió a los animales, filosofía, cursaba una carrera de los bichos, los animales, de alacranes, víboras. Por eso en sus películas salen muchos animales. Salen como 200 animales distintos: alacranes, hormigas, arañas, burros, de todo.

Biblioteca
Cuando quería que le bajaran un libro de su biblioteca, o algo de su closet, lo pedía con una exactitud impresionante. Todas las obras que tenía estaban guardabas; sólo en el comedor tenía el retrato que Dalí le pintó, nada más. Todas las demás obras de arte o libros estaban en su closet o en su estudio. Entonces cuando quería algo, me decía: “Julián”, –porque si había alguien me llamaba de usted, pero si estábamos solos era Julián–, “sube y me trae el tercero, cuentas del uno al tres, ese me lo traes” Así era, maniático, en muchos aspectos.

Problemas sociales
Se bañaba en una tina, nunca desperdició una gota, nunca gastó agua, tenía una obsesión por la falta de agua. Entre sus grandes obsesiones, eran los problemas sociales. Si salíamos a la calle, veíamos por Insurgentes que había una cola de gente esperando el autobús, lloraba, “pobre gente, esperando ahí bajo el sol…”.

Lorca
Otra de sus grandes debilidades era Lorca, un día le preguntaba “Don Luis, hábleme de Lorca” decía “No, Federico” y se emocionaba. Y hablando de Lorca yo lo vi llorar, varias veces se le salieron las lágrimas, y decía de Lorca “su teatro era horrible, muy malo, en su lírica era maravilloso, pero el verdadero poema era él”. Y Lorca fue el que le cambió la vida a Buñuel, de ser boxeador Buñuel empezó a interesarse por el arte, por el cine, por la poesía, y fueron las conversaciones con Lorca lo que lo cambió. Lorca fue su magistral amigo. Por eso no le gustaba hablar de la Guerra Civil Española.

La Virgen María
Otro de los secretos de Buñuel: la Virgen María. Es algo casi confidencial. Le habían regalado un cuadro de la Virgen con miles de angelitos, decía que lo más bello del cristianismo era la Virgen María. Decía: “se me hace lo más erótico, por que solo enseña el pie”. Él era un gran erótico y yo aprendí mucho de eso, porque gracias a él pude leer el Marqués de Sade, me volví un especialista en Sade, sobre todo cuando leí Las 120 jornadas de Sodoma, que Buñuel lo iba a comprar, la primera edición se editó en Holanda, y yo la tenía en el convento en el que estaba estudiando en el 62, luego en el 68, pero lo tenía en una gran biblioteca, en el infierno, en las grandes bibliotecas antiguas se abría el infierno con llave y clausura absoluta y bajo pecado mortal sacar un libro, y ahí estaba.

¡Haga cine!
Yo en el 68 tuve que salir a fuerzas del país, y me fui a París, tenía que elegir dónde y fui a París porque Buñuel estaba filmando La vía láctea. Mi tesis la quise hacer sobre el erotismo en los grandes místicos, como Santa Teresa porque el lenguaje de los grandes místicos, está tomado del Cantar de los cantares, es un lenguaje amoroso, erótico. Entonces, Buñuel estaba filmando la Vía Láctea; me mandaba un telegrama al convento, que me esperaba a las 8:00 de la mañana en punto, en el hotel donde se hospedaba. Y ahí estaba el coche y nos llevaban a los estudios. Entonces, un día llegué tres minutos tarde y ya no estaba el coche, tres minutos. Un día de esos que sí llegué, le dije en el coche “Don Luis, ¿no le molestaría que yo escribiera algo, para la tesis que estoy haciendo, sobre los españoles?” y contesta “no haga eso por favor, haga cine” le digo “¿pero cómo?” “como yo hice: pídale dinero a su madre y póngase a filmar.” Y así lo hice, me olvidé de la tesis, escribí un guion y la hice, pedí dinero a mi familia, me lo mandaron, igualito que él, y lo hice porque él me dijo. Entonces, él es también un parteaguas. Después de eso filmé otra película e hice muchos documentales para Televisa, con Carlos Fuentes, Octavio Paz. Es otra historia.
Cristina Alabart y Julian Pedro en 2011

Dinero
“Lo que no hago por un peso, no lo hago por un millón” decía. Nunca hizo dinero por dinero; pero si le ofrecían más dinero, lo aceptaba. Y gastaba su dinero en bebidas, en comida. Su casa muy sobria, pero tenía que tener buena bodega, siempre había champagne, lo que no había eran refrescos, ni coca colas. Era muy elegante, muy sobrio, muy señorito aragonés, serio. Y todo su cine es su vida personal, no hay momento en su vida que no tuviera esa preocupación, que ahí viene la verdadera relación con él, esa preocupación.

Nazarín
En Nazarín, decía: “esa es la prueba de que es muy difícil ser cristiano”.

Terrorismo
Él fue un profeta del terrorismo, que aparece en sus películas, pero veinte años antes. Del terrorismo de los aviones, decía, que el mejor deporte, y gratis, era secuestrar un avión.

La Vía Láctea
Explicaba que los caballos de la Apocalipsis eran la tecnología y la ciencia. Cuando estaba filmando La Vía Láctea observé el rodaje de una escena donde un personaje dice “mi odio a la ciencia y mi terror a la tecnología me llevaron un día a esa absurda creencia en Dios” y la cambió a “mi odio a la ciencia y mi terror a la tecnología me llevaron un día a esa abominable creencia en Dios”. Y en la misma escena un cura cuando se va a retirar se le cae un sable al suelo y lo recoge y se lo mete en el fajín y se retira. En la comida le dije: “oiga, Don Luis, ¿no le parece anticlerical lo que hizo el cura?,” y me respondió “si quisiera ser anticlerical, sería más sutil”.

Los tres sordos más importantes de Zaragoza
Un día le dijo a un Embajador “usted conoce a los tres sordos más importantes de Zaragoza: Beethoven, Goya y Buñuel”  y el embajador le responde “pero si Beethoven no era español”, Buñuel le contesta: “si, pero era sordo”.  El humor de Buñuel era magistral, pero no sabía contar chistes. Sólo sabía uno y era malísimo, malísimo.

Imitadores
Buñuel fue para mí como un padre, un maestro, y un amigo maravilloso. Me cambió la vida, con eso lo digo todo, y si alguna generosidad tengo hacia la vida, se lo debo a Buñuel, si algún amor tengo a los amigos se lo debo a Buñuel, si algún poco talento tengo encima se lo debo a Buñuel. Y Buñuel no dejó alumnos, no dejó discípulos, no hay quien pueda imitar el cine de Buñuel, no tiene escuela. Eso es lo más magistral de Buñuel, y todo el que quiera imitarlo, le pasa una verdad bien grande. “Bienaventurados los que me imitan, por que de ellos serán todos mis defectos”

[1] Luis Buñuel: Mi último suspiro. Plaza y Janés, 1982, pág. 248.
[2] Buñuel, J. R. de. (2016). Memorias De Una Mujer Sin Piano. Cabaret Voltaire, pág. 195.
[3] Revista Cultural TURIA, nº 123, junio 2017, pág. 289.
[4] Entrevista realizada por Max Aub al Padre Julián Pablo, [s.l. México] el día 17 de febrero (1972). Sign.: AMA. Cinta 22 B-2 y Cinta 23, A y B-1.
[5] Filmoteca Española, Sala Investigación 233, Reserva, Archivo Buñuel/692.25.


Annexos:

Correspondencia de Julián Pablo a Buñuel [5]

Soisy sur Seine, 7 de abril de 1969

Mi querido don Luis,

Ante todo, un cariñoso saludo a usted y a su señora esposa.

Aquí el bello tiempo acompaña el éxito de La Vía Láctea y, hace unos días, uno de los nuevos cardenales (un gran historiador jesuita, el padre Danilou), ha hecho un gran elogio de su película. ¡Jesuita tenía que ser! Para serle sincero, entre los dominicos no ha tenido mucho éxito: tienen la mente demasiado cargada de teología para poder ver más allá. Yo la he visto ya tres veces y lo felicito, aunque me quedo con Simón del Desierto, que hace furor entre los dominicos. Ha sido lamentable –a mi modo de ver– la forma en que la sacaron aquí. En fin.

El día 20 de este mes comienzo a filmar mi pequeño guión Enigmático. Ojalá pueda recibir antes sus indicaciones, si lo cree conveniente. Los actores que tengo son Pierre Clémenti y Delphyne Seyrig para los papeles de Étienne y Sonia. No se qué saldrá. Me da miedo, pero tengo que hacerlo. Tengo que arriesgar todo. Es el cine lo que me interesa. Espero no tener problemas graves y ojalá pueda lograr algo [salvable].

Disculpe que le cuente todas estas tonterías, pero son mi vida y gracias a usted me he animado a lanzarme en este sueño de mi vida.

Espero nos veamos pronto en México y pueda tener un momento para ver mi pequeño engendro.

Le deseo todo bien y la compañía de sus buenos amigos. Reciba, como siempre, todo mi respecto, admiración y cariño.

Un fuerte abrazo de su hijo,
Julián

Convento de Estudios de los Hermanos PredicadoresLe Saulchoir, Étiolles 91




Cortometraje EL PINTOR DE VERÓNICAS / un retrato de Fray Julián Pablo Fernández O.P.

El vientre de la ballena, película de Julián Pablo Fernández.

Comentarios

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